José Luis Torró*
Cada códice que se precie, y el de los Furs tiene motivos para ello, presenta unas características especiales que le confieren unas especificidades propias y diferenciadas. Un facsímil será mejor cuanto más se parezca al original. Si bien ha habido algún editor que ha tratado de reproducir algún libro utilizando el pergamino como soporte, se trata de un caso aislado y que, a la postre, ha demostrado lo muy inviable que resulta tal empeño. En cualquier caso, esta siempre será una iniciativa a la que le faltará la imprescindible complementariedad que supone la mano de un miniaturista convertido en copista. Por más que se pretenda el concurso del pergamino como soporte, la impresión se hará por medios mecánicos porque de otro modo resultaría tan elevado su costo que haría imposible su comercialización, salvo que se tratase de un encargo aislado, al margen de la comercialización de una facsímil.
Descartado el medio de copia a través de un amanuense, tampoco se puede recurrir al uso de la vitela por resultar, como en el caso del copista, en ambos casos un costo imposible para el mercado y limitadísimas las copias que pudieran conseguirse. En la década de los ochenta del pasado siglo hubo editores de facsímiles que, con buen criterio, optaron por hacer uso de un nuevo papel que comenzó a fabricarse. A ese papel, conocido como pergaminata, se le atribuían características casi idénticas al soporte sobre el que se caligrafiaron e ilustraron los códices que queremos reproducir. Por imitar la textura, el grosor y el carteo del pergamino original, el pergaminata ofrecía al coleccionista una reproducción de cualquier libro que no desmerecía del original.
En el caso de los Furs de Valencia, tal como se nos dice en la introducción histórica que firma la catedrática de Historia del Derecho de la Universidad de Valencia, Remedios Ferrero Micó, “el soporte utilizado se hace a partir de la piel de animales que suele llamarse en general pergamino. Pero hay de varias calidades, son variantes, según se haya utilizado piel de cordero o de ternera, las que proceden del vacuno se les llama “vitela”. Las posibles variantes en la calidad del soporte, radicaban en la técnica de su preparación, que era muy laboriosa. El pergamino se venía utilizando desde la antigüedad. Cuando el rey don Jaime ganó Valencia, con él ya vinieron algunos pergamineros. De hecho, los pergamineros se constituyeron en gremio que fue floreciente hasta que se impuso el papel que, aunque menos lujoso era más barato. En 1332 el rey Alfonso el benigno concedió su ingreso en el Consell General de la ciudad a los tres oficios siguientes: Argenters, blanquers, aluders sive pergaminers, este último se mantuvo activo hasta 1547 en que no pudo superar la crisis y se vio obligado a unirse al de blanquers”.
En el estudio que hace la profesora Ferrero Micó sobre las características del pergamino utilizado en la confección de los Furs que ha reproducido CEREMONIAL EDICIONES, se nos dice que no se disponen de “marcas ni contraseñas que permitan conocer al fabricante, aunque sí se distinguían calidades, sobre todo para utilizar sobre ellos tintas y colores. En los libros de cuentas y albaranes se ha encontrado pagos hechos a proveedores de pergamino, pero la referencia más antigua es de 1357 cuando a un tal Gil de Xarch, se le paga, a través de la Clavería Comuna del municipio de la ciudad de Valencia el pergamino entregado para transcribir en ellos los privilegios de la ciudad. En este caso se trata de pergamino común, no de vitela, sobre el cual se pueda ilustrar con miniaturas ya que para este trabajo se requiere vitela, el de mejor calidad”.
“La compra de pergamino –añade Remedios Ferrero— sobre todo cuando se pretendía copiar libros singulares, se hacía con cuidado, buscado como suministrador al maestro adecuado para obtener determinada calidad, se procuraba asegurar el suministro de pergamino homogéneo durante el largo periodo que se esperaba trabajar. Por eso se firman contratos de suministro y en ellos va quedando un rastro para el futuro investigador. Así sucede más o menos con algunos ejemplares, como es el caso del Llibre del Consolat de Mar, pero nada de esto ha sucedido con el Código de los Fueros que estudiamos”.
Gracias a la llegada al mercado del papel “pergaminata” los facsímiles fueron ganando en calidad, tratando de hacer lo más fidedigna posible la reproducción del original. Ese fue nuestro empeño cuando abordamos la edición de los Furs de Valencia, o mejor dicho los Furs de la ciutat e Regne de Valencia, si nos atenemos al título del propio códice.
Mejor que mis palabras, dejemos que sea la vista, y hasta el tacto, quienes den su visto bueno sobre la calidad con que hemos reproducido el códice de los Fueros, los que nos otorgó el Rey don Jaime dando personalidad jurídica propia al reino que había conquistado.
*José Luís Torró es Periodista, editor del Llibre dels Furs de Valencia